viernes, 11 de febrero de 2011

El Islam con tacones

Resulta sorprendente la cantidad de estereotipos que tenemos en Occidente sobre el Islam. Solemos condenar una religión, una cultura y unos ritos, a una generalidad que es injusta. Nos gusta meter en el saco del odio a todo el mundo, sin pararnos a pensar en los errores que estamos cometiendo. En un mundo aterrado por los Talibanes y los ataques suicidas, no somos capaces de ver más allá de un burqa como estigma y custodio de la libertad. Y si después de criticar sin conocer seguimos sin estar contentos, entonces nos regodeamos en nuestra propia ignorancia creando polémica alrededor de un tema del que no tenemos ni idea.

Todos los países musulmanes son diferentes entre sí. Los hay más o menos estrictos, más o menos tradicionales, más o menos tolerantes. Malasia ha sido para mí la gran sorpresa del Sudeste Asiático, un lugar del globo cuyo nombre inspira una mezcla entre misterio y desconfianza. Siendo el Islam la religión oficial del país, existe sin embargo libertad de culto. La ley en Malasia se divide en dos caminos, uno proveniente del sistema inglés, y otro reflejado por la ley islámica, aplicable a los malayos musulmanes.

La enorme plaza que hay a los pies de las Torres Petronas muestra el esplendor económico de uno de los polos económicos más importantes de toda Asia. Restaurantes elegantes y cafeterías modernas alegran los alrededores, todos repletos de jóvenes con maneras más occidentales que asiáticas, pero a la vez dejando una especie de aroma antiguo en el aire.

Ashikin estaba tomándose un café con una amiga en una de esas mesas. Era viernes y acababan de salir del trabajo. Hablaban de los planes para el fin de semana y se reían contando los chismorreos de la oficina, como sólo las chicas saben hacer, mientras ambas fumaban esos cigarrillos mentolados tan femeninos. Ashikin es parte de la población mayoritaria en Kuala Lumpur, los malayos musulmanes. Lleva el característico hiyab – o velo musulmán – desde que era adolescente, momento en el que decidió llevarlo. Su amiga, también malaya musulmana, sólo llevaba el pelo suelto adornado con una diadema. Decía que, hasta ahora, no se sentía preparada para llevarlo. Tanto la hiyab como la diadema estaban en perfecta armonía con el resto de sus respectivas ropas. En el caso de Ashikin, una larga y bonita falda que terminaba justo encima del empeine para dejar a la vista unos llamativos tacones de aguja de diez centímetros. Entre calada y calada de su cigarrillo mentolado, mientras le daba pequeños sorbos al café, explicaba los detalles de la organización de su boda. De vez en cuando, utilizaba la parte de atrás de su iPhone a modo de espejo para comprobar que el broche que sujetaba el hiyab estaba en su sitio. No era una chica especialmente rica, pero sí era coqueta como pocas. Sin embargo, era también una mujer consciente de la realidad en Malasia. Formada en Económicas, sabía bien que la competencia en su país se trata no sólo entre las tres razas dominantes – malayos, chinos e indios –, sino también entre hombres y mujeres. Y dado el creciente número de mujeres universitarias en este país, la mayoría de mujeres también deben saber lo que sabe Ashikin.

Vale que existan prácticas que a nuestros ojos siempre serán una barbaridad, entonces, luchemos contra ellas sin dañar a otras que no tienen tanta importancia. Señalemos la ablación como atrocidad, pero dejemos que la gente se cubra el cabello como quiera. Nuestro problema es que le damos más importancia a un trozo de tela sobre la cabeza que a la cabeza en sí. El hiyab moderno está hecho de poliéster y algodón, y se pone directamente, sin que quede ninguna arruga y sin darle ninguna vuelta. Así que somos nosotros los que deberíamos dejar de darle vueltas. La mayoría de mujeres deciden si llevarlo o no, y para ellas es la forma personal que tienen de transmitir el respeto a su religión. El Islam se respeta igual con velo o sin él. Incluso con tacones, o sin ellos.

domingo, 6 de febrero de 2011

Nuevo Año Chino


Cuenta la leyenda que para escoger los animales que formarían parte del Horóscopo Chino, el Emperador Jade organizó una carrera a través de un río. Como eran malos nadadores, el Gato y la Rata idearon un plan para cruzar el río encima de la espalda del Buey. Debido a que el Buey es un animal cándido y amable, aceptó la proposición. Justo cuando iban a llegar a la meta, la Rata, para asegurar su victoria, empujó al Gato y éste cayó al agua. Y por este incidente, el Gato es el peor enemigo de la Rata y odia el agua.

Justo cuando el Buey llegaba a la meta, la Rata saltó por delante de su cabeza y el por eso que ella ocupa el primer puesto en el Horóscopo. En segundo lugar está el Buey seguido por el Tigre, el más poderoso de todos los animales. La corriente de agua le arrastró río abajo, lo que explica el inusual tercer puesto del Tigre.

Así el Tigre fue el tercer animal en el Horóscopo. El Emperador escuchó un aplastante sonido seguido por la llegada del Conejo. El Conejo explicó que, al principio, había intentado cruzar el río saltando de piedra a piedra, pero que en un momento dado las piedras se acabaron dejándolo en mitad del río. De repente, un tronco flotando se acercó y el Conejo trepó por él para llegar a la meta. Así el Conejo obtuvo el cuarto puesto.

El quinto animal en llegar a la meta fue el Dragón. Incluso siendo una fuerte criatura, capaz de volar, no pudo llegar el primero porque se paró a mitad de la carrera para ayudar a unos humanos. Después, cuando iba a llegar a la meta, el Dragón vio a un pequeño Conejo trepando por un tronco, y decidió ayudarle con un gran soplido. El Emperador, encantado con la bondad del Dragón, le dio un merecido quinto puesto.

A todo esto, el Caballo llegó a la meta. La Serpiente se había escondido en la pezuña del Caballo así que también apareció de repente. Esto asustó al Caballo y le hizo caer, así que la Serpiente obtuvo el sexto lugar, y el séptimo fue para el Caballo.

El Carnero, el Mono y el Gallo llegaron juntos a la meta. Le dijeron al Emperador que se habían ayudado unos a otros para cruzar el río. El Gallo había encontrado una balsa y llevó al Mono y al Carnero consigo. El Mono y el Carnero apartaron la maleza para que la balsa del Gallo pudiera pasar. Encantado por la combinación de esfuerzos, el Emperador los incluyó en el Horóscopo. El Carnero fue nombrado el octavo animal, el Mono el noveno, y el Gallo el décimo.

Incluso si el Perro es el mejor nadador de todos, llegó en el puesto número once. El Perro explicó que a mitad de camino le apeteció un baño, y que las frescas aguas del río le resultaron irresistibles.

El último de todos fue el Cerdo, lo que le valió el puesto doce. Resulta que empezó a sentirse hambriento, así que se paró a mitad de camino para comer, y justo después se quedó dormido. Debido a que el Cerdo llegó el último, siempre será el peor enemigo de la Rata.

Así se configuraron los Doce Animales del Horóscopo Chino.

Otra bonita leyenda que explica la tradición de las mandarinas para el Nuevo Año Chino. Antiguamente, los Dragones venían a los pueblos humanos para comerse a los niños. Hubo una ocasión en la que un niño decidió plantarle cara, así que intentó defenderse de las fauces del dragón con una lámpara roja. Sorprendentemente, el dragón se asustó mucho, así que la gente del pueblo decidió poner muchas lamparitas rojas en las calles, para ahuyentar a los malvados dragones. Para evitar que las bestias siguieran teniendo ganas de comer niños, la gente empezó a dejarles comida en la puerta de las casas, y en particular mandarinas. Hoy día, tanto las lamparillas rojas como las mandarinas tienen un significado muy importante para los chinos. El día del Nuevo Año Chino, la gente se ofrece entre sí pequeñas mandarinas, en señal de buena relación entre las personas.