domingo, 7 de diciembre de 2008

La gorda y el enano

Te querría exactamente igual aunque de repente te volvieras enano... ¡Pero esperemos que yo no me ponga gorda!

domingo, 23 de noviembre de 2008

"El abrazo I" (por Paloma Rodríguez del Castillo)

Aquella mañana, Adriana Belver ojeaba distraída la prensa local, en el receso que se permitía con un café precipitado en el trabajo, y se detuvo en la reseña sobre una de las nuevas actividades propuestas por la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento: taller de abrazo-terapia. No son muy originales, pensó. Esto de los abrazos se ha puesto de moda. No hace mucho se había tropezado en el centro de la ciudad con un chico candoroso que repartía abrazos gratis. Los presupuestos municipales dan para todo, censuró. Y un mohín involuntario le recordó que estaba envejeciendo, porque cada vez se sentía menos indulgente con ciertos asuntos.Y los abrazos quedaron ahí. O al menos, eso creyó Adriana. Pero lo cierto es que se alojaron en un rincón del subconsciente, traviesos. Y fue cuando, después de un día duro llegó a casa y salió a recibirle, como siempre, su vieja gatita, se sorprendió al oír preguntarse a sí misma ¿y a mí, desde cuando no me abrazan?
Al día siguiente, camino de su trabajo, empezó un pequeño juego: adivinar si las personas con las que se cruzaba habían sido abrazadas o no recientemente. Esa mujer joven que avanza con decisión, y deja un alo de perfume caro, tiene el aura de un abrazo más intensa aún que su aroma. Ese hombre, sin embargo, que camina por delante con una cartera parece llevar dentro malas noches de hotel, demasiadas horas de coche, y ningún abrazo. Al señor mayor del perrito no hay más que verle para comprender que su mujer acaba de abrazarlo cuando le ha ayudado a ponerse el abrigo, y que le tiene preparado el desayuno cuando vuelva. Al llegar al semáforo en el que apenas pueden frenar los coches que vienen endiablados desde la autovía, siguió cruzándose con seres abrazados y desabrazados, nueva categoría para clasificar a las personas y a ella misma. Y en el trabajo siguió haciendo lo mismo, sin malicia y sin compasión, como quien organiza rutinariamente objetos y papeles en la necesidad de otorgarles un orden tan absurdo como estéril.Por la noche, en la casa que fue hogar, y del que habían desaparecido todos y cada uno de sus ingredientes, el silencio se deslizaba por los pasillos, sigiloso como su gata. Lamía las superficies de los muebles y dejaba olor a humedad en los cajones. Adriana Belver recorrió todas las habitaciones, encendió cada una de las luces y fue como pasar revista a un ejército de objetos inertes. Libros que ya no se leen, cuadros que se compraron con entusiasmo y que ya nadie mirará. Cerró todas las puertas, apagó todas las luces y el silencio y ella se sentaron frente a frente.
La mañana en la que Adriana Belver se levantó resuelta a hacer abrazo-terapia, trató de imaginar cómo sería. De nuevo, camino del trabajo, calculó posibles abrazos. Éste demasiado blando; este otro, poco decidido, torpe.
A la altura del semáforo, desquiciados, los coches desde la autovía, lo vio venir. Aquí está, se dijo. Un camión trailer de 6 ruedas, a más de 100 kilómetros por hora.
Adriana extendió los brazos y salió a su encuentro.

"El abrazo II"

El abrazo que tú necesitas no lo tengo yo, ni nadie. Se lo han llevado. Lo han robado. Y no encuentro explicación, no hay blasfemias suficientes para mentar tras preguntarme por qué yo no puedo crearlo. Por qué nadie lo tiene. Por qué duermes sin abrazos.

Un hombre en edad madura, Gregorio Loma, se fijó en Adriana, mientras ella contaba la ausencia de abrazos, cuando encendía un cigarrillo. Al principio dudó, pero ambos necesitaban algo similar. Jugaban a lo mismo y fue fácil distinguirlo: pocos ojos cuentan los abrazos que tienen los demás. Sintió curiosidad por sus motivos y por su nombre. Así que decidió correr tras ella, para quizás, invitarle a un café de lágrimas o a un abismo de síntesis sobre el pasado, y poderlas diluir, como si fueran un terrón de azúcar, de una vez por todas.
De hecho, se saltaron ese paso. El cuerpo de Adriana Belver yacía en la calle, rodeado de gente que no se atrevía a acercarse a menos de dos metros. El conductor del camión trailer no daba crédito a lo ocurrido, y la ambulancia, ya innecesaria, estaba en camino. Gregorio nunca podrá saber las razones, pero apartaba a la multitud para abrirse paso.
Y por fin, Adriana Belver, que nunca buscó más allá de la amargura de no tenerlos, recibía el primer abrazo en mucho tiempo.

martes, 30 de septiembre de 2008

Un poco

"Me olvidaba decirte que, que tengo unas ganas de hacerte el amor que no te puedes imaginar, pero esto no se lo diré a nadie, sobretodo a ti. Deberían torturarme para obligarme a decirlo. Que quiero hacer el amor contigo, no una vez sólo, sino cientos de veces, pero a ti no te lo diré nunca, solo si me volviera loco te diría que haría el amor contigo aquí, delante de tu casa, toda la vida"

Me gustan las sesiones de cine que organizamos en mi piso. Le tengo más respeto a los libros que a las películas, y no me importaría copiar ciertas frases del celuloide. Ésta concretamente (de la peli que vimos ayer mis compañeras y yo), la diría ahora mismo, como si fuera mía, y a una sola persona en este puto planeta. Si ya me condené hace meses, poco me importaría que me llevaran presa por plagio...

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Suomi...

Hoy he visto tanto en las noticias de mediodía como las de la noche, lo ocurrido hoy en Finlandia. Un tío loco entró en su colegio y empezó a pegar tiros, y ha matado a un montón de personas.
Curiosamente, cuando yo estaba allí, ocurrió lo mismo (en otra ciudad), y como yo estaba totalmente ajena de la realidad (al principio no tenía ni tele ni internet, y no hablo finlandés para leer periódicos, y tampoco conocía a ningún finlandés), mi madre me llamó desde España y me lo contó. Y claro, me quedé impresionada, como me quedo ahora con el mismo suceso, como se queda todo el mundo. Espero que no parezca sádico, pero con esta triste noticia, tanto escuchar "Finlandia" en la tele hoy me ha puesto melancólica. Y siento mucho que sea por este motivo...
Me he dado cuenta de que no han dicho el nombre de la ciudad finlandesa en las noticias (por ejemplo, incluso cuando pasa algo en "un pequeño pueblo de Alemania" dicen el nombre de ese pequeño pueblo). Y es que Finlandia está tan lejos y a todo el mundo le importa un comino (es la realidad, preguntad a cualquiera que os diga un sólo dato de Finlandia que no sea que la capital es Helsinki o que hace mucho frío), que no importa ni decir el nombre de la ciudad. Además, sería un nombre largo o complicado de leer, así que para qué nos vamos a molestar... Pues con este hecho me he dado cuenta de lo lejos que estoy de Finlandia y la he empezado a echar de menos. La verdad, a echarla aún más de menos. No sé si quiero volver, no sé qué es exactamente lo que extraño de allí aparte de las personas con las que viví ese período. No sé si ese país es demasiado tranquilo para mí. No sé si es en gran parte porque tenía como vecino a un chico francés. No sé si ahora me gusta más el frío que el calor. No sé qué hacía allí, por qué elegí ir allí. No sé qué hago aquí.
Y ya me quiero escapar otra vez. A veces pienso que soy cobarde, y otras que estoy hecha para eso (no para ser cobarde, sino para no estar quieta). Ya hay planes pululando por mi cabeza y me tengo que centrar en alguno... Resumiendo, en ocasiones, como hoy, echo de menos a "Finlandia". Y mucho. Son tiempos difíciles, agotadores. A veces desesperantes.

Por cierto, la masacre ocurrió en Kauhajoki (nunca estuve)...

domingo, 7 de septiembre de 2008

Sacudida endémica: la suerte

Tenía que pasar. Pero como ya conozco el tema, la enfermedad no va a durar tanto. Si soy fuerte o débil, ya lo dejo a la opinión de cada uno.
Si tengo mala suerte o no, lo dejo a mi opinión.
Pero basta ya de achacar todo a esa mala suerte. Y si la tengo, puedo vivir con ella, mejor o peor, según el momento. Lo importante es no dejarle demasiado paso libre para que campe a sus anchas en los instantes en los que no presto atención, si es que he tenido tal mala suerte de que esa "mala suerte" me toque a mí.
Como dicen los argentinos, cuyos saberes "a pie de calle" han influído en mí notablemente, "la suerte es para los mediocres". Tanto la buena como la mala. Mediocres con la buena suerte, porque la esperan sin actuar, sumiéndoles en una lamentable vagancia; y mediocres con la mala suerte: rindiéndose a ella, llorando por padecerla y una vez más, dejando de actuar.
Los argentinos siempre me han llamado la atención. Ellos bailan tango cuando están tristes. No son ellos los que precisamente pueden hablar de buena suerte, y por ello la critican en todas sus manifestaciones. Un buen argentino te deseará siempre "Mucha mierda".

Se dice por ahí que "no puedes elegir a tus padres, pero sí a tus amigos". Tanto a los amigos como a los caminos que se escogen en la vida, más general. De esta manera, si tal suerte existe, tú eres el responsable: tú eliges tu suerte. Y como la palabra suerte alberga tanto "azar", personalmente creo que por ella misma, su concepto se limita. A partir de ahora, intentaré rezar a la suerte sólo en mi vicio al Black Jack...
Un buen amigo francés (ya que también es amigo), me dijo que un proverbio chino dice que "siendo amables con nuestros enemigos, les cabrearemos muchísimo". Tengo algunos enemigos a día de hoy, que sólo reciben indiferencia o cortesía por mi parte. Puede que estén jodidos por verme bien, o que ni siquiera se acuerden de que "debemos odiarnos". Yo, por mi parte, sólo espero buenas ideas y que de repente una fuerza y mala ostia inmensas me ayuden a ejecutar la venganza. No es ira y rencor; es una saludable justicia. No es maldad (por mi parte), es de nuevo justicia, equilibrio. Justicia que ya no me preocupa hasta el momento de ser establecida. Puede que yo también tenga mi merecido por parte de alguien, por eso es más deliciosa "la ignorancia del enemigo".

Argentinos, franceses, chinos... Eso no importa mucho. Afortunadamente o no, yo soy española.
Ahora, a seguir, sin prisa pero sin pausa.

jueves, 21 de agosto de 2008

Ciclista Profesional


A mis 22 primaveras ya puedo poner libremente aquel ejemplo de "Eso es como montar en bicicleta; nunca se olvida", aunque personalmente ni siquiera he tenido tiempo para que se me olvide. Hoy hace una semana que aprendí, tachando una cosa más en mi lista de "cosas pendientes".
Qué duro fué. Creí que no podría durante los 15 primeros minutos encima de la bicicleta. Aparte del miedo terrible me sentía un pato ridículo. Venga, vamos, poquito a poco. ¡Y ya me ví pedaleando sin tu ayuda! Sin tu mano en mi espalda, y tú agotado corriendo a mi lado. Ayer ya me consolidé como ciclista profesional, fuí a parar al suelo y ahora contemplo mi herida de guerra, mi herida de la victoria. ¡Volvimos a casa pedaleando pese a ello!
Cumpliste tu promesa. Gracias, ¡mil millones de gracias! De aquí al Tour de Francia, pero hablando francés perfectamente...

domingo, 10 de agosto de 2008

Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado, Domingo, Domingo, Domingo

Voto porque se elimine de la semana. Todas las buenas ideas, los sueños, las fantasías, las cosas interesantes, se pierden el Domingo. Éste día se todo se muere. Cartagena está muerta. Bien de resaca, bien por aburrimiento. Puede que yo sea la única persona que no descanse en el último día de la semana. Estoy en tensión, deseando que se pase lo antes posible; con ansiedad por acordarme de los planes cojonudos que pensé el segundo antes de dormirme el Sábado por la noche. Además, es un día larguísimo, y sin embargo no me acuerdo de algo genial que haya ocurrido en Domingo. Es el día de la limpieza general, de cambiar las sábanas, de ver una película mala en la tele y de dar un paseo y no ver un alma por la calle. Y de recordar los errores de la semana...
En 3 horas se acaba y llega el Lunes, ¡por fin! Seis días de tranquilidad, estudio, creatividad, lectura, aventura, vagancia... Y descanso.

martes, 5 de agosto de 2008

"Perdices sosas"

Yo estuve casada. Duró poco tiempo.

Empezó como la mayoría de los matrimonios: con ilusión, planeando viajes, viendo conciertos. Con mensajitos inesperados al móvil. Con ganas de sexo. Acomodando el día para pasar más tiempo juntos. Contando secretos.

Y como todo, la cosa empezó a cambiar gradualmente, casi imperceptiblemente. Un coito y dos salidas a cenar por semana. Dormir evitando rozarnos por el calor del mes de julio. Largos silencios, en los que sólo se escuchaban nuestras barrigas haciendo la digestión. Mientras, viendo la tele, leves caricias inconscientes a lo largo del brazo, un brazo sin principio ni fin.

La noche de nuestras bodas de oro, vimos una película después de cenar. Cuando terminó, nos recostamos en el sofá, con las piernas apoyadas al lado de la cabeza del otro. No cabíamos bien, y antes de poder caerme salí a nuestro amplio balcón, que daba a la piscina comunitaria de la zona residencial a las afueras de la ciudad en la que vivíamos. Me fumé un cigarro con las piernas subidas en una de las sillas de paja y cojín blanco de nuestra terraza. Mi marido no citó lo gracioso que era que yo moviera los dedos de mi pie derecho involuntariamente. Ya estaba bien dormido. Desde el sofá sólo podía ver mis pies.

Me senté en todas las butacas y sillas del salón para observarle dormir desde todas las perspectivas, sin hacer el menor ruido. Le besé en la comisura del labio, vacié el cenicero, y me fui.

No le he vuelto a ver.

lunes, 28 de julio de 2008

¡Valencia!

¡Un fin de semana Erasmus de nuevo! Lo mejor del viaje: estar en ese pedazo de hostal tan genial (y tantos chicos guapos); la insulina (qué putada para el dueño, pero qué risa...); escuchar a Iván quejarse por todo y no comer de nada; los modelitos de María (para quitarnos a los chicos guapos!); Eli y yo siendo auténticas lobas en las discotecas; pasar tres días bebiendo, fumando, comiendo y durmiendo (ni una puta visita cultural, ay...); el baile náutico de Maik; pagar 16 euros por una discoteca típica de verano (la primera y la última!); poner los 5 euros del bote y que nos salieran tan bien las cuentas; el insoportable calor de nuestra habitación; cantar a plena voz todas las canciones, en especial volviendo al hostal ya de día (estoy afónica!); hablar todo el rato de Finlandia, como si nunca hubieramos vuelto... Y por supuesto, veros desde el tren corriendo por el andén, diciendo "hasta luego"...
¡Os quiero un montón! Gracias por estos días, ¡INCREÍBLES!

martes, 22 de julio de 2008

"La seguridad ante todo"

Esta mañana, leyendo el periódico mientras esperaba el bus eléctrico que me lleva al trabajo, una noticia me ha parecido curiosa. Y me ha hecho pensar cuánto hemos avanzado desde que usábamos cosas como Facebook o Tuenti, aquello que fue pionero en crear redes sociales electrónicas. Qué simple. Hay algunos que lo siguen comentando, como los nostálgicos que a principios de siglo recordaban los años setenta del siglo pasado.

En el más allá consiguieron informatizarse de la misma manera, con un comienzo simple al igual de lo que fue en la vida terrenal. “Heavenhood” llevó su ambición al límite y ahora los vivos y los muertos pueden seguir en contacto. Puedes mandar un zumbido a tu tío fallecido hace cuatro años, y allá los muertos crean álbumes de fotos con títulos como “aquellos maravillosos años” o eventos tipo “fiesta de despedida de Ramón (al granujilla se lo llevan al infierno)”. Menudas fiestas se montan. Las abuelas muertas siguen piropeando a sus nietos y se quejan de los escotes que sus nietas llevan en las fotos de las fiestas del pueblo.

Pues bien, lo que empezó siendo una agradable manera de superar la pérdida de un ser querido ahora se está yendo de madre. Resulta que Estados Unidos acaba de aprobar una ley que permite a las autoridades acceder a conversaciones y mensajes enviados entre vivos y muertos sin necesidad de orden judicial. Todo esto, por supuesto, abogando por la seguridad nacional y para detectar cualquier amenaza externa. Aquel revuelo producido en este país hace 50 años, cuando la ley permitió espiar las conversaciones telefónicas de todos los ciudadanos estadounidenses con total libertad, se queda pequeño al lado de esto.

Hay cosas que no cambian, ni siquiera en 2056...

lunes, 21 de julio de 2008

"Realidad"

No vas a llamar; no vas a escribir; no vas a comentar; no vas a venir. No vas a aparecer. Has dejado de existir. No vas siguiéndome unos pasos más atrás. No me miras. No me tocas y no sueñas. Y yo me muero. Me lleno de fantasías transparentes. Me ahogo en citas absurdas siguiendo un estricto protocolo. No te comparo, sólo te olvido por unos minutos. Me cuesta ir más allá de tres manzanas de mi casa. Me pierdo en el supermercado. Me fumo un paquete de tabaco al día.
"Te encontré" y sólo he tenido mala suerte. Mala suerte porque eres "tú".

La reina de mi casa II


En vez de dormir la siesta estuve con ella un ratito, haciéndole fotos subida en mi pie. Estaba muy bien, había comido y empezaba a aletear; "pronto sabrá volar", dijo mi hermana. Me fuí a trabajar el sábado por la tarde, y llegué bastante tarde. Cuando me levanté el domingo mi madre me dió la noticia: la noche anterior se empezó a poner malita y esa mañana estaba mucho peor. No quería beber agua, sus patitas estaban débiles y cerraba los ojos todo el rato. No se podía mover... Y a las pocas horas se murió. Después de una semana cuidándola, en la que sólo mejoraba cada día. Mi hermana, mi madre y yo teníamos una tristeza tremenda, una impotencia terrible. Y yo me arrepentía por haberla cogido de la calle, porque no había podido morir libre. A lo mejor fué eso lo que le pasó: creí que cualquier niño del parque podía haberla agarrado y haberla hecho sufrir, y yo la metí en una casa. Me siento fatal...

sábado, 19 de julio de 2008

La reina de mi casa


La encontré en el suelo revoloteando, cerca de la Plaza Juan XXIII. Tenía las plumas destrozadas y no podía mantenerse sobre sus propias patitas. Estaba muy delgada y casi moribunda. La recogí a las tres de la tarde, y como hacía tanto calor me senté con ella en un portal cualquiera, y ambas bebimos agua fresquita. A los tres días ya se mantenía en mi dedo, piaba y comía como una campeona. Cada vez que entramos en casa la pregunta es "¿Cómo está el pollo?". ¡Es una reina! Pronto dejará de ser un pollo y, como otros pollos recogidos anteriormente, se hará mayor y tendrá que irse. Como su pajarita predecesora Chipi, que salió milagrosamente de una muerte segura: las últimas noticias que tuvimos de ella fue que se casó y tuvo hijos, se compró su nido y hoy vuela feliz y libre.

viernes, 18 de julio de 2008

Finlandia


Escribí este cuento el día que cumplía un mes, el primero de mi año en Finlandia. El resto de meses también estuve sin ver la televisión... Y no la eché de menos ni una vez.
De nuevo en España me quedo embobada mirando la tele, porque te atrapa, te obliga a guardar silencio. Sin embargo, no dura más de 5 minutos. Simplemente por eso ya es opuesto a Finlandia. Un año allí la observé hipnotizada, y no me cansé ni un segundo. Me mantuvo en silencio, pero nunca antes había dicho tantas cosas.
Viví durante un año en un piso sin tele, no la hubiera entendido, y aquí en casa otra vez, en mi "vida real", no tengo Finlandia y tampoco comprendo nada.
Hoy la echo de menos más que nunca.